Eso decï¿œa Kaa, silbando, a Mowgli...

Escribo atropellado. Apenas he dormido. El domingo 16 de septiembre, mientras Josￜ Tomￜs se encerraba con seis toros en el anfiteatro de Nimes, naciￜ mi cuarto y ￜltimo hijo. Hubiera preferido que lo hiciese en octubre para ser Libra, como su padre, pero no se manda en tales cosas.

Ignoraba yo, hasta que vino el mundo, si serￜa niￜo o niￜa, azul o rosa, como se decￜa antes. Saliￜ varￜn. No lo supe hasta que le vi el pito. ￜComo antes? Pues sￜ, como antes, ya que mi mujer se empeￜￜ en que naciera en casa, con comadrona y sin ginecￜlogo ni medicalizaciￜn alguna.

El pequeï¿œo Akela.

Inicialmente me opuse, pero no hubo forma de disuadirla. Parece ser que esa antigua modalidad del parto se estￜ poniendo de moda, sobre todo en los paￜses nￜrdicos: Holanda, Suecia, Noruega... En Japￜn no sￜ. Una de cada tres madres holandesas, por lo visto, da a luz en su cama y la seguridad social corre con los gastos. Ya decￜa Azorￜn que vivir es ver volver. Corre, corre, y mￜs pronto o mￜs tarde reapareces en el punto de partida.

Todo saliￜ bien, aunque la casa se llenￜ de enseres y de mujeres: seis lleguￜ a contar, incluyendo a la parturienta y excluyendo a mi gata Damisela, que no perdiￜ ripio. Un gineceo. Los tres gatos machos y yo, al principio, no sabￜamos dￜnde meternos. Luego reaccionￜ, puse manos a la obra, me acomodￜ a dos palmos del ojo del tifￜn de los acontecimientos, encarￜ como Josￜ Tomￜs el hoyo de las agujas, seguￜ minuto a minuto el parto de frente y por derecho durante muchas horas, toquￜ la cabecita del niￜo en cuanto la tapa del crￜneo apareciￜ en el extremo de la vagina y cortￜ su cordￜn umbilical con un puￜalillo que me facilitaron las parteras sin daￜar las partes nobles del reciￜn nacido.

ￜste, por cierto, tira a japonￜs: nariz chata, ojos rasgados. Aￜn no sￜ si en su rabadilla se dibuja la mancha azul de los mongoles.

Un momento del parto.

Los gatos tambiￜn andaban por allￜ, mirￜndolo todo, ronroneando y transmitiendo paz, armonￜa, serenidad y gracia a la mujer que estaba a punto de convertirse en madre. Noriko, una amiga suya, japonesa, lo filmￜ todo: un largometraje, mￜs bien un serial.

Mi hija Ayanta, que lleva dos dï¿œas acribillada por las agujetas, sostenï¿œa a Naoko por las axilas, la abrazaba, la besaba y eran sus besos, sus brazos y su sostï¿œn sedaciï¿œn natural para las contracciones de mi esposa.

Caterina, mi nieta, con los ojos muy abiertos, aprendï¿œa a vivir y absorbï¿œa la vida.

El niￜo se llamarￜ Akela, como el lobo jefe de la manada de Seoonee que acogiￜ a Mowgli. Esa palabra, en hindi, significa solitario, pero eso no le impedirￜ acudir al Consejo de la Roca, como lo hacￜa su homￜnimo, cuando las circunstancias lo exijan.

La madre, con su hijo.

Era yo reticente a la llegada de un nuevo hijo. ￜA mi edad!, me decￜa... Ya no lo soy, ya no lo digo. La vida es plenitud hasta el mismo instante en que se acaba. Todo ha sido emocionante. Estoy muy contento y no quiero ocultarlo, sino proclamarlo, a riesgo de que los lectores piensen que chocheo y que no sea el lobo tan feroz como lo pinto. Quizￜ tengan razￜn.

Entretanto, "una mujer morena, / resuelta en luna, / se derrama hilo a hilo / sobre la cuna" y Akela es ya boca que vuela, corazï¿œn que en sus labios relampaguea.

Tￜ y yo, ranita, cachorrillo, somos de la misma sangre, como Kaa, como Baloo, como Bagheera, como el Hermano Gris... Cuida de tu madre cuando te quedes huￜrfano de padre, aunque sea ￜste quien siga, de momento, velando por toda la manada desde lo alto de la Roca. ￜQue el favor de los vientos te acompaￜe, las velas de la vida te conduzcan y la Ley de la Selva te proteja!